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Portugal declara la guerra a las grasas y limita el azúcar

El Gobierno grava los refrescos e impone un menú vegano en los comedores públicos.


No es que los adultos portugueses sean especialmente gordos; están algo por encima de la media europea (16,6% frente al 15,9%), viven como pocos y comen pescado como ninguno, pero el Gobierno y el Parlamento del país han convertido a 2017 en el año de la guerra al azúcar, sea subiendo impuestos, sea eliminando tentaciones de la vista de los glotones.
Si acostumbra tomar café habrá notado que los sobres del azúcar en Portugal parecen más livianos que en ninguna otra parte, y que a veces necesita doblar la dosis. La culpa no es suya ni del café, sino de la reducción del contenido de los sobres de 8 a 5 gramos de azúcar.
A esta medida sutil le siguió a inicio de año la fat-tax, un impuesto sobre los refrescos que superan cierto nivel de edulcorantes. El principal fabricante se enfadó, amenazó con no abrir fábricas, pero el impuesto se ha ejecutado, como en muchos otros países.
A final de este mes, todos los hospitales y centros de salud del país deben haber retirado los expendedores automáticos de comida con elevados niveles de sal, azúcar, grasas trans y bebidas con alcohol. Las aguas deberán colocarse en lugares más visibles y no en el rincón más bajo y oculto de la máquina.
A la batalla contra el azúcar le va a seguir en breve la presencia de lo verde en todos los comedores públicos. Gracias a una iniciativa parlamentaria del único diputado del partido ecologista PAN, la Asamblea de la República aprobó que todos los comedores públicos tengan en su carta un menú vegetariano.
La medida se va a extender a partir de mayo a hospitales y escuelas, pero también a cualquier espacio de titularidad pública, sea un teatro, un asilo o una cárcel. Todos deben ofrecer un menú que no contenga productos de origen animal.
El veganismo no está muy extendido en el país. La nueva ley también prevé que no haya demanda suficiente para el menú verde, en cuyo caso el comedor público será dispensado de esa obligación. Pero veganos o no, la obesidad infantil es un problema que va a más y en Portugal también.

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