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El cáncer es un llamado a despertar - Revista Sophia


De cara a la enfermedad, la doctora María Laura Nasi –médica dedicada a la oncología integrativa y autora del libro El cáncer como camino de sanación– propone volver a escuchar nuestra sabiduría interna para apostar por un cambio de conciencia.

El resultado de la biopsia está dentro un sobre. A simple vista podría parecer la carta que ha decidido entregar, con sus propias manos, ese mensajero del alma que es el cuerpo. Cáncer, indica el diagnóstico y aunque las palabras varían (carcinoma, melanoma, sarcoma…), el impacto –devastador como un tsunami –se parece en cada una de esas personas que las leen o las escuchan por primera vez. Las preguntas no tardan en sacudir una mente aturdida de miedos y certezas. “Algunos lo intuyen, lo sienten de alguna manera. En el consultorio suelo escuchar: ‘Yo sabía que si seguía así me iba a enfermar’”.
Quien habla es la doctora María Laura Nasi, médica oncóloga dedicada a la medicina integrativa, una mujer convencida de que su tarea va más allá de abrir esos sobres para recetar tratamientos según la alopatía tradicional, en la que se formó con honores. Lo sabe, porque ella misma transitó el duro proceso de no encontrar respuestas científicas: “Durante varios años hice todo tipo de tratamientos médicos. Hasta que quedé embarazada de Jazmín, que lamentablemente partió antes de nacer. Fue entonces cuando, en carne propia, me di cuenta de que la medicina tenía un rol limitado en casos de problemas de fertilidad”, escribe en su libro El cáncer como camino de sanación (Paidós), donde elige abrazar eso que tanto dolió, para invitar a ver la medicina con ojos nuevos.

“Algunos lo intuyen, lo sienten de alguna manera. En el consultorio suelo escuchar: ‘Yo sabía que si seguía así me iba a enfermar’”.

Entre las páginas hay experiencia e investigación, pero también herramientas prácticas, preguntas y respuestas, y hondas reflexiones acerca de por qué enfermamos, con la idea de dar algo más que datos a quienes enfrentan un diagnóstico de cáncer. Su anhelo es que, al leerlo, los propios pacientes se sientan parte de su proceso de sanar y exijan consultas donde el tiempo no escasee; que tengan que googlear menos y encuentren, al otro lado de los escritorios de cada profesional, más miradas y escuchas dispuestas a descubrir que no se trata de órganos dañados ni de células fuera de control, sino de seres humanos que han perdido un equilibrio que siempre vale la pena ayudar a restablecer.
“Es un momento de transformación y creo que esta mirada integrativa basada en la psiconeuroinmunoendocrinología es ‘la buena Medicina’, así que ya no puedo volver atrás”, destaca la oncóloga, cuya larga experiencia la llevó a radicarse en Estados Unidos y en Suiza, donde renunció a un importante laboratorio cuando, luego de descubrir una importante molécula para medicación contra el cáncer, esta quedó “en el estante” debido a que las compañías no se ponían de acuerdo en la cantidad de millones que valía patentarla. “Entré en una crisis profesional”, resume.
De regreso en la Argentina, creó la Asociación de Oncología Integrativa (AOI), con el objetivo de hacer de la práctica médica un espacio abierto, aunque no siempre con el visto bueno de sus pares: “Todavía cuesta aceptar la idea de que el médico no es quien tiene el poder y que la posibilidad de sanar se da en ese encuentro, tan terapéutico, con quien padece la enfermedad. Es la persona enferma quien tiene la capacidad interna de iniciar el viaje hacia una vida más saludable y feliz”.

“Es un momento de transformación y creo que esta mirada integrativa basada en la psiconeuroinmunoendocrinología es ‘la buena Medicina’, así que ya no puedo volver atrás”.

Por eso, para la doctora Nasi la ciencia materialista –esa que conocemos bien– se está cayendo a pedazos. “Los cambios siempre enfrentan resistencias, porque es más cómodo seguir igual. El nuevo paradigma es ver qué les está pasando a las personas y no seguir estudiando las enfermedades y cómo tratarlas. Somos un cuerpo, pero también una mente y un alma, y a la vez vivimos inmersos en un mundo, en una historia y en una red de vínculos”.

De qué hablamos cuando hablamos de enfermar de cáncer

Pensada como un todo, la salud ya no parece ser solo la ausencia de enfermedad. “Hay personas sin un diagnóstico médico que no se ven saludables. Para hablar de salud, debe existir un equilibrio físico, mental, social y espiritual”, considera. Entonces, ¿qué es la enfermedad? “Cuando se atraviesa una demanda crónica más alta de lo que uno puede soportar, o de lo que uno cree que puede soportar, a la larga se produce un desequilibrio que puede enfermarnos. Para algunos será un divorcio, para otros una relación de pareja violenta, o una pérdida. Pero no existe un único agente causal que opere linealmente. En el siglo XIX, el fisiólogo francés Claude Bernard decía que la enfermedad se originaba ante un debilitamiento del cuerpo humano y no por causa de un microorganismo, algo que Louis Pasteur discutió con él hasta que, antes de morir, le dio la razón. Ahora volvemos a esa idea de que, para que una persona enferme, tiene que haber un terreno propicio”, dice, y destaca el enorme papel que tienen las emociones en esa dinámica. Así, la forma en que percibimos la vida, y cómo la traducimos en nuestro interior, impacta sobre nuestra respuesta inmune y hormonal. “Las mujeres sabemos muy bien cómo el estrés emocional puede alterar nuestros ciclos menstruales. Lo mismo sucede con el sistema inmune: la forma en que interpretamos la realidad afecta la fuerza que tiene para defendernos, lo distrae”.
–¿Cuál es la búsqueda en cada consulta?
–Enfocarme en las personas, ver quiénes son y qué las llevó a ese estado de enfermedad. Y que comprendan que el camino de recuperación es más amplio que la quimio. Algunos despiertan a ver la realidad de otra forma, otros se van y no vuelven. El cáncer es un llamado a despertar, a corregir el rumbo. Un piquete de células cuyo reclamo es que ya no sigamos viviendo de la misma manera. La cirugía, la radioterapia y la quimioterapia van a ayudarnos a eliminar el piquete, pero luego habrá que andar un camino interno y personalizado, distinto en cada persona. Quienes tienen un mismo tipo de cáncer de mama no enfermaron por las mismas razones, ni van a transitarlo de igual manera.
–Todo eso antes quedaba fuera del consultorio…
–Totalmente. Por eso, en una primera consulta es importante tener tiempo para trazar un esbozo de la línea de vida de esa persona y revisar todo lo que le viene pasando. Muchas veces es el único momento que tiene para pensar en sus emociones o en sus episodios de salud anteriores. Es importante tomar un respiro para parar y reflexionar sobre cómo se está viviendo. Mi rol es el de guía y consejera: ayudarlos a descubrir lo que seguramente ya saben.
–¿Qué ocurre con aquellos  que se reprochan no haber cambiado antes?
–Algunos opinan que hablar de emociones genera sentimiento de culpa. Creo que debemos ser honestos y compartir lo que sabemos: que las emociones negativas y el estrés también enferman. La cuestión de fondo es tomar conciencia, de la misma manera que aconsejamos no fumar o bajar de peso. Se trata de educar para comenzar a cambiar hábitos. A quienes me consultan, les explico que no tienen la culpa, nadie los educó desde chicos para entender que algunos pensamientos pueden quedar atragantados y causar daño. Hay que aprender a lidiar con ellos, nada más, y nada menos. Estamos viviendo a cachetazos, sufrimos mucho. Hacernos preguntas es el primer paso para cualquier cambio.

“El cáncer es un llamado a despertar, a corregir el rumbo. Un piquete de células cuyo reclamo es que ya no sigamos viviendo de la misma manera”.

–¿De qué manera funcionan esas preguntas?
–Abren los ojos, corren los velos. Muchos llegan con posiciones fijas, creyendo que “son” de una manera, pero es solo que están acostumbrados a seguir un patrón de emociones y de acciones. Por eso, la toma de conciencia permite que cada huella no los lleve siempre al mismo lugar: si cada vez que viene tu suegra terminás peleando, fijate si la próxima vez estás más consciente para dar otra respuesta. Crear caminos nuevos que, a través de la repetición, surquen nuevas huellas.
–¿Cómo es, desde tu experiencia, el camino hacia la sanación?
–Se trata de reordenar, primero, lo que tiene que ver con el cuerpo: una buena alimentación, hacer ejercicio, dormir bien, realizar alguna actividad antiestrés, como la meditación, y fundamentalmente atender nuestro ser psico-espiritual, que tiene que ver con saber quiénes somos, respetarnos y no traicionar nuestra esencia, eso que amábamos hacer cuando éramos chicos. Muchas veces, la enfermedad es el alma hablándonos a través del cuerpo para decirnos que somos mucho más que eso. Observar ese movimiento es fantástico, porque muchos pacientes despiertan, florecen.
– ¿El aumento de los casos de cáncer de mama, de útero y de ovario nos habla de que a las mujeres nos duele haber relegado nuestra sabiduría femenina?
–El rol social pesa en todos, no solo en las mujeres. Hay diferentes maneras de verlo y no encuentro una única verdad. Lo que sí veo es que cada vez hay mayor incidencia de enfermedades en el pecho: el cáncer de mama y de pulmón, y la enfermedad cardiovascular son las que más nos afectan hoy. Y lo asocio con que cada vez estamos más sensibles y tenemos un registro mayor de lo que pasa a nuestro alrededor. Siento que estamos con el pecho abierto porque nos duele, queremos pedir ayuda.
–Es esperanzador saber que, aunque la incidencia aumenta, cada vez más casos son curables.
–Hay gente que se cura de situaciones realmente incurables, así que es cierto que el cambio de conciencia puede tener efectos medibles en el cuerpo. Ya no usamos la palabra “terminal” porque no se trata de cerrar puertas, sino de abrirlas. He visto que aquello que, por no saber como nombrarlo, decimos que es un milagro es en realidad la oportunidad de redireccionar hacia una vida más feliz. ¿Qué nos viene a decir el cáncer como sociedad? Tal vez sea esta crisis planetaria que estamos viviendo la que nos lleve a un despertar colectivo para ver cuál es el sentido de nuestra existencia.
–En tu caso, cuando tuviste que correr tus velos, elegiste hacer el Camino de Santiago de Compostela. ¿Por qué?
–Lo hice porque necesitaba enfocarme en mí y eso me trajo muchas riquezas. Fue un camino difícil, que me hizo ver la necesidad de integrarme: había llegado a la cima de mi carrera, pero no podía tener un hijo. Fueron años de impotencia y de dolor, enfrentándome a la muerte, no mía, pero sí de cada bebé que perdía. Aprendí a escuchar a mi cuerpo y a decir “no” a todo lo que venía de afuera. Es un camino que no termina, se sigue recorriendo. Por eso, lo que comparto en el consultorio y en el libro es genuino: recuperar el estado de salud es escuchar la sabiduría que está en cada uno de nosotros.

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